Evolución del agujero de la capa de ozono

La capa de ozono y los CFC

En 1974, Mario Molina y Sherwood Rowland, dos químicos de la Universidad de California en Irvine (Estados Unidos), publicaron un artículo en Nature en el que detallaban las amenazas que suponían para la capa de ozono los gases clorofluorocarbonos (CFC). En aquella época, los CFC se utilizaban habitualmente en aerosoles y como refrigerantes en muchos frigoríficos.

Cuando, al llegar la primavera, los primeros rayos de luz reaccionan con estos compuestos, liberan átomos de cloro y bromo que atacan por miles a las moléculas de ozono. Por tanto, el agujero de ozono en la Antártida comienza a crecer durante el mes de agosto, con la llegada de los primeros rayos solares, y según informa AEMET, “alcanza su máxima extensión entre mediados de septiembre y principios de octubre, momento en el que la radiación solar incidente comienza a calentar la masa de aire antártica que permite la regeneración del ozono”.

El estudio de Molina y Rowland fue validado en 1985, cuando un equipo de científicos ingleses descubrió un agujero en la capa de ozono sobre la Antártida que posteriormente se relacionó con los CFC. El "agujero" es en realidad una zona de la estratosfera con concentraciones extremadamente bajas de ozono que se repite cada año al comienzo de la primavera del hemisferio sur (de agosto a octubre).

En aquel momento, la reacción de la comunidad internacional fue inmediata y decisiva. 28 países se pusieron manos a la obra a través del Convenio de Viena, que fue aprobado y firmado el 22 de marzo de 1985. Tan solo dos años más tarde, 197 países se volcaron en las medidas que decidieron durante el Protocolo de Montreal, pacto bajo el cual se comprometían a reducir la emisión de gases CFC y eliminar el 99 por ciento de las sustancias que destruyen la capa de ozono.

“Gracias al Protocolo de Montreal, la capa de ozono se está recuperando y se espera que vuelva a los valores anteriores a 1980 para mediados de siglo”, afirma la ONU. “En apoyo al Protocolo, la Enmienda de Kigali, que entró en vigor en 2019, trabajará para reducir los hidrofluorocarbonos (HFC), gases de efecto invernadero con un gran potencial de calentamiento climático y dañinos para el medio ambiente”.

Los científicos afirman que, si se mantienen las mismas medidas actualmente en vigor, en 2066 la capa de ozono de la Antártida se habrá recuperado a niveles que tenía en 1980, mientras que en el Ártico alcanzará su plena recuperación en 2045, un lustro más tarde que en el resto del mundo, cuya recuperación completa se prevé para el año 2040.

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